Es necesario que se abra un
debate sobre esta temática (la propiedad intelectual, los tratamientos y procedimientos de salud) en las cumbres internacionales. Así como las
potencias no muestran interés en tratar esta temática, los países
tercermundistas deben ser claros en liderar este propósito con el supremo
convencimiento de la justicia que hay en la causa.
Se debe pretender el
reconocimiento debido a quienes han sido los generadores primarios de las
enormes entradas de las grandes corporaciones. Estos no son otros que los
pueblos de África, América Latina, Asia, que con siglos de bondad y paciencia
han hecho que la tierra produzca unas especies formidables, basados,
lógicamente, en la bondad de la misma naturaleza y del Dios que es el supremo
Creador. Han aprendido a identificar sus usos respectivos, basados en la
experiencia, han acumulado caudales de conocimiento empírico, que solo hasta
hace muy poco se ha comenzado a estudiar mediante el método científico. Y lo
que la ciencia ha descubierto no ha sido nada nuevo: han comprobado las
bondades de los productos típicos de estos países y sus usos terapéuticos y
curativos.
Si bien los países ricos han
demostrado hasta la saciedad que son expertos en rotular cumbres
internacionales a su antojo y capricho, las cumbres del hoy y el mañana deben tratar por obligación ética
la situación del Planeta y sus recursos, así como una mayor justicia con los
pueblos en vías de desarrollo. Debe permitírseles hablar en un ambiente de
respeto e igualdad y no ser ignorados, como hasta ahora ha sido. El planeta entero necesita que se generen estas noticias saludables.
Hay países que han comenzado
a dar la batalla contra la desigual ley de patentes. La India ha patentado
muchos de sus productos para impedir que se sigan apropiando de ellos otras
potencias aunque en el fondo, muchos de sus pobladores campesinos son
conscientes de que hacen parte del patrimonio de todos. Patentar es privatizar.
Se necesitarían grandes
recursos para que grupos de abogados se establezcan en las más importantes
capitales del mundo con varios objetivos claros. El primero de todos sería
enterarse de cuáles productos ya han sido patentados por otros y cuáles están
en proceso de patentización. Si esto ocurriera, muchos en el mundo se darían
cuenta de la cantidad de productos que, siendo propios de la tierra y la
cultura de pueblos indígenas, asiáticos y africanos, ya hacen parte de la
propiedad intelectual de compañías saqueadoras de la cultura y recursos de los
pueblos. Obviamente no tendrían que detenerse allí porque entonces habría que
presentar toda una batalla jurídica para buscar justicia y reparación, además
de prevenir futuros robos.
Hay que alertar sobre
futuras negociaciones de tratados de libre comercio y los alcances de algunas
cumbres económicas que se colocan por encima de cualquier legislación nacional.
Estas cumbres crean un marco de leyes que pisotea la soberanía de las naciones,
con el consentimiento de gobiernos entreguistas. Esto para proteger a los propios
estados que se ven enfrentados a continuas demandas por parte de las grandes
corporaciones. Las leyes internacionales sobre comercio y patentes fueron
diseñadas para proteger el capital de las empresas.
Varios ejemplos muestran
esta tendencia: Indemnizaciones que debieron pagar el gobierno de Canadá, la
Unión Europea y el gobierno mexicano a compañías diversas que demandaron
basados en dichas leyes.
Los recursos no deben ser
propiedad de unas pocas empresas. La búsqueda de la incesante ganancia crea un
ambiente de conflictos geopolíticos y menoscaba la misma paz en que debemos
vivir. No hay que mirar a la Tierra y sus recursos solo como una fuente de
utilidades sino con lazos de ternura y simpatía. La Tierra es nuestra madre,
nuestra casita, nuestro refugio, nuestro hogar.
El comercio no es la única
relación entre los hombres. Cuando cedemos al utilitarismo perdemos nuestra
humanidad y sensibilidad. Podemos dialogar unos con otros sin tener que estar
maquinando en el pensamiento… “¿cuánto le saco de ganancia?”
Debe existir el bien común
por encima de los bienes privados. El saqueo, la piratería y el robo del
patrimonio cultural de los pueblos son hechos de negación del bien común. Es
innegable que la vida, la historia, la cultura, la dignidad de los pueblos, sus
conocimientos tradicionales, etc, son un patrimonio de toda la humanidad.
El silencio de los
laboratorios agro-químicos y farmacéuticos, de las empresas de biotecnología, y
compañías privadas de salud y seguros en la elaboración del documental “EL BIEN
COMÚN” es una muestra de su falta de argumentos y de la vergüenza para salir
ante las cámaras a defender su egoísmo incontrolado.
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